Acerca de la libertad de expresión

50º Aniversario de la Cámara Venezolana del Libro. Libros prohibidos, ¿existe la censura en Venezuela? 17-07-2003

La libertad de expresión y de creación ha sido una condición incuestionable en la vida venezolana desde 1958. Personalmente no recuerdo otro caso que el de Salvador Garmendia quien sufrió una censura por decir malas palabras en uno de sus cuentos. Tengo también memoria de una época lejana en la que se planteó la idea de censurar la exhibición de ciertas películas por ser contrarias a la moral y que al final no se cumplió o no por mucho tiempo (creo que fue en el primer gobierno del Dr. Caldera), pero censura política, cortapisas a la libertad de expresión y de creación, prohibición de libros, no las recuerdo. Para quienes hemos gozado de esa libertad resulta difícil pensar que pudiéramos perderla, tampoco creo que en este momento la hayamos perdido, sin embargo es necesario estar alertas. Algunas circunstancias inusuales se han producido en el panorama venezolano y no podemos dejarlas pasar inadvertidas; nos obligan a estar vigilantes. Sin duda la Ley de Responsabilidad Social de la Radio y Televisión, es una de ellas, y aunque no afecte directamente al sector libro es una amenaza seria y eficaz contra la libertad de expresión.

Un caso muy llamativo contra la libertad de creación es la censura evidente, reconocida incluso por algunos miembros del jurado de selección de la obra artística que debía haber representado a Venezuela en la Bienal de Venecia. El Viceministro de Cultura expresamente prohibió la presencia de la obra Cityrooms de Pedro Morales en la muestra, aunque por tratarse de una obra en soporte digital, no se pudo prohibir su circulación la cual se hizo más amplia al conocerse la censura.

En el ámbito de la literatura y de los libros que es el tema que nos convoca hoy se han producido algunos indicios que parece conveniente comentar. Anoto los que conozco en orden cronológico. Un caso es el de Israel Centeno, autor de la novela “El complot” publicada por Alfadil, cuyo tema argumental es el frustrado intento de asesinato de un presidente a manos de quienes fueron sus partidarios. Esta obra de ficción recibió ataques anónimos, por lo mismo inquietantes, que llegaron al autor por dos vías: carta por correo electrónico y un editorial del órgano Temas, y fueron seguidos de amenazas telefónicas durante un largo período. Algunos fragmentos de la carta anónima son los siguientes.

Carta abierta al «escritor Israel Centeno»

Se ha puesto muy de moda entre la oposición la palabra metamensaje. Y tanto su libro como el articulo de Manuel Caballero y de un desconocido que se hace llamar Méndez Guédez han emitido una orden subliminal ¿Cual? Asesinar al presidente. No es casual que de inmediato vinieran aquellos intentos de atentados y todavía en los planes de odio de la oposición se contempla el magnicidio.

Usted debe ser denunciado y su libro debe ser recogido. Tenemos años pidiéndole mano dura al presidente frente a la contrarrevolución. Sabemos que uno de sus libros de cuentos se lee en las escuelas, le hacemos un llamado al ministro Aristóbulo Istúriz para que tome cartas en el asunto. Debe presionarse a las editoriales para que no sean vehículos que sirvan para envenenar la mente de nuestros hijos.

Vigilantes de Catia

También es importante mencionar una encuesta de la Dirección de Literatura dirigida a escritores que habían ganado premios en el último año con miras a su publicación en la revista El Camino, nuevo órgano del Conac que desconocemos si ha circulado. Entre otros recibió esta encuesta la poeta Edda Armas, miembro de la Junta Directiva del Pen Club, quien se negó a contestarla. He aquí algunos ejemplos: “Hablemos un poco de política local. ¿A qué distancia se encuentran Fedecámaras, la C.T.V. y los medios de comunicación de la democracia participativa y de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela?” “Muchos escritores catalogan a este gobierno de dictatorial. La realidad nos demuestra que no existen presos políticos ni casos de tortura; los medios de comunicación actúan con entera libertad. Se conocen 4 exiliados: el Coronel Soto, el Almirante Molina Tamayo, el empresario Pedro Carmona, y ahora, Carlos Ortega. ¿Cuál es su opinión al respecto?” La encuesta no era en sí misma una censura pero indudablemente constituía un ejercicio de comisariato político.

Posteriormente, algunos ex –funcionarios del Cenal denunciaron por la prensa que se había vetado la participación de escritores en la Feria del Libro, por el hecho de estar afiliados al Pen Club de Venezuela; lo cual fue negado por las autoridades del organismo. En todo caso, el Viceministro Sesto ha insistido en la obligatoriedad del compromiso político de los funcionarios del Conac.

Un caso novedoso en nuestro país es el hecho de que los altos funcionarios que representan al Estado juzguen moralmente a los escritores por sus posiciones políticas. No podemos considerar que ese tipo de juicio sea por sí mismo un acto de censura pero resulta preocupante la serie de comentarios hostiles hacia los escritores que hemos recogido últimamente porque inevitablemente crean un clima persecutorio que puede inducir a la autocensura, particularmente en quienes dependen directa o indirectamente del Estado. Podrían citarse las declaraciones del Viceministro Sesto en su entrevista con la radio Latino América de Suecia en la cual expresa que los escritores lo que hemos hecho es publicarnos a nosotros mismos para consignar los libros en nuestras salas. O las declaraciones de prensa de la presidenta del Cenal, Lourdes Fierro, en las que considera una falta de respeto las declaraciones del escritor Teódulo López Meléndez por cuanto éste hizo críticas a la política cultural en una entrevista. Otro caso sería el Dr. Medina Rubio, presidente de la Biblioteca Nacional, cuya entrevista cito parcialmente (Tal Cual, 11 de julio 2003):

            “¿Considera que existen escritores del régimen y otros que no lo son”

“Sí, por supuesto, por supuesto”.

“¿No es una división muy insana?”

“No, porque los escritores que no quieren defender el régimen son escritores que tienen otros compromisos. Me resulta fácil de entender: yo no gano nada con ser un escritor o investigador que se identifique con el oficialismo, mientras que quienes están del otro lado sí ganan mucho enfrentándose a Chávez y a Fidel Castro”.

Por supuesto también es preocupante para lectores y escritores, las disposiciones de dólares para la importación de libros. Si bien apoyamos la industria nacional, no es posible pensar en la libre transmisión de ideas sin el acceso a los libros extranjeros. Recordemos las prohibiciones coloniales en ese sentido, y la importancia de las ideas de la Revolución Francesa para el pensamiento independentista. Apartar a Venezuela de lo que se escribe en el mundo es conducirla al exilio interior, a una cárcel ideológica, bajo la excusa de que pocas personas leen esos libros o de la supuesta protección a la industria nacional. Este es un signo que puede producir una censura tanto o más grave que la prohibición expresa de una obra en particular. Si se quisiera proteger la industria nacional no se comprende la importación de libros cubanos para conformar una biblioteca para jóvenes con obras de la literatura universal. Desde luego que apoyo totalmente la acción de facilitar libros a los niños y jóvenes pero al mismo tiempo pienso que este proyecto hubiera sido un incentivo interesante para nuestra industria editorial, pública y privada. Además resulta paradójico que este componente de libros, aparentemente pagados por el gobierno de Cuba, se presente como una suerte de propaganda cultural cuando proviene de un país en el que no existe la libertad de expresión. La última constatación de ello fue el encarcelamiento de poetas y periodistas disidentes, que repudiamos públicamente desde el Pen Club de Venezuela a través de algunos medios de comunicación locales y también con el envío de nuestras firmas a organizaciones defensoras de la disidencia cubana en el exterior.

Al mencionar el Pen Club me parece oportuno comentar sus postulados básicos. El Pen Internacional es una organización apolítica que se encarga de defender de manera imparcial la libertad de expresión y pensamiento tal como se especifica en el Artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Defiende el principio de la transmisión sin barreras del pensamiento, dentro de cada nación, así como entre las naciones. Sus miembros de comprometen a oponerse a toda forma de supresión de la libertad de expresión en el país y dentro de la comunidad a la cual pertenecen, así como en el ámbito mundial dondequiera que ello sea posible. Cree que el avance necesario del mundo hacia formas políticas y económicas altamente organizadas hace que la libre crítica de los gobiernos, administraciones e instituciones sea imperativa. Tiene comités específicos para escritores en exilio o en prisión, y actualmente está llevando a cabo una encuesta para determinar si han ocurrido actos de censura o autocensura a consecuencia de las leyes antiterroristas que se han producido después de los acontecimientos del 11 de septiembre en Nueva York.

El Pen Internacional fue fundado en 1921 y consta de centros situados en más de 90 países; han pertenecido a esta organización notables escritores y entre ellos varios premios Nobel. Actualmente el presidente es el poeta Homero Aridjis.  En Venezuela fue fundado por el Dr. José Ramón Medina en los años 70 y cumplió una excelente labor en la difusión de nuestra literatura. Esa labor que en este momento me honra presidir, la queremos sostener y continuar, pero no solamente en la promoción literaria sino también en la defensa de la libertad de expresión de los escritores. Si fuera el caso, que firmemente deseamos no ocurra, estaremos dispuestos con los medios a nuestro alcance a denunciar y apoyar a los escritores que hayan sufrido algún tipo de censura.