La reedición de Doña Inés contra el olvido (Caracas: Alfa, 2008) es una gran noticia para los lectores venezolanos, puesto que se trata, sin que nos quepa la menor duda, de una de las novelas históricas más importantes del siglo XX para la comprensión de la venezolanidad. Ganadora del Premio Pegasus de Literatura, otorgado por la Compañía Mobil de Venezuela en 1998, a la mejor novela de la década anterior, se tradujo al inglés y al portugués. Ha tenido dentro y fuera de Venezuela una amplia cohorte de fascinados lectores y propiciado múltiples ponencias en congresos de literatura. Ha gustado tanto a los académicos como a los lectores comunes. ¿Qué atrae tanto de esta extraordinaria novela? En primer lugar, su narradora y protagonista, Doña Inés Villegas y Solórzano, una mantuana del siglo XVII, habitante de la vieja ciudad de techos rojos que era la Caracas colonial. Ella permanece como fantasma en su casa, contemplando la historia del país durante cuatrocientos años y comentándola con Alejandro, su marido, también fantasma vivo, aunque algo adormecido. Su otro interlocutor es Juan del Rosario, ex esclavo de su casa, hijo natural de su marido, con quien en vida Doña Inés entabló un juicio por unas tierras de Barlovento. En ellas, Juan del Rosario había fundado la población de Curiepe. La historia contada por Doña Inés es la de su familia, la de sus descendientes y la de los de Juan del Rosario, quienes sufren en carne propia los embates de la gran Historia. En el relato de Doña Inés van pasando figuras poderosas, sometidas al implacable e irónico juicio de la mantuana: el rey Carlos III, el rey Carlos IV, José Tomás Boves, Antonio Leocadio Guzmán, Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez, por ejemplo. Las voces de los interlocutores masculinos de Doña Inés no aparecen en la novela. Sólo aparece la voz femenina en una inversión de la historiografía tradicional. Si la historia ha silenciado a las mujeres, esta novela silencia a los hombres, cuya voz se manifiesta por las respuestas de Doña Inés, y privilegia la visión de una mujer, que a pesar de pertenecer a una poderosa clase social, ha debido someterse a la obediencia al marido y ha permanecido recluida en su casa, en el desván de la historia. Sólo después de muerta puede hablar, y lo hace con una contundencia que pasa por el humor agudo, la mordacidad, la nostalgia y el asombro, a través de una prosa ágil, de altísima calidad narrativa.
Luz Marina Rivas