La favorita del señor, por Roberto Lovera de Sola

Pedagogía Sexual
Mientras escribía su novela Malena de cinco mundos(Washigton: Literal Books, 1997. 270 p.) le sucedió a nuestra novelista Ana Teresa Torres que una de sus capítulos creció tanto que se hizo autónomo de aquel libro, se abrió paso solo para dar nacimiento a una obra que se desanudó de aquel árbol. Tal el caso de La favorita del señor (3ra.ed.Caracas: Alfa,2010.128 p.), volumen que ya estaba redactado en 1992, cuya edición príncipe se imprimió en el primer año del siglo XXI.

Ahora aparece por tercera vez La favorita del señor. La génesis de este libro la encontramos en una idea que dio calor a la composición del libro del cual se desprendió: que las mujeres encontraran en las propias mujeres sus verdaderas maestras. Es por ello que en Malena de cinco mundos nos encontramos con concepciones que de algún modo vinieron a dar como un río a La favorita del señor.

En Malena de cinco mundos leemos: “Malena sentía una nostalgia en su educación y era la de no haber encontrado a una mujer maestra…Ella hubiera querido una amiga que fuera una mujer definitivamente sabia, y no la había encontrado…Debería haber en alguna parte una mujer que le explicara la verdad de todos sus procesos”(Malena de cinco mundos,p.127). Siendo así habían sido los hombres los maestros de las mujeres, así “Los humanos han tenido la costumbre de dirigirles la vida a las humanas”(Malena de cinco mundos,p.193), tanta influencia han tenido los hombres en la vida de las mujeres que “Hay una fantasía difícil de perder y es la de que el hombre es quien le enseña a la mujer qué es el amor”(Malena de cinco mundos,p.200).

Y es precisamente La favorita del señor la ficción en la cual se sueña con la aparición de mujeres que sean ductoras de las mujeres(p.78), en todos los terrenos, incluso en el sexual, única forma de evitar que las mujeres sean eróticamente solo el “eco de goce ajeno”, que fue el título que en su escritura original llevó La favorita del señor, que sus cuerpos dejen de ser los sólo encaminados para el disfrute de los otros. Eco, no lo olvidemos, es una ninfa en la mitología griega que sólo puede utilizar su voz para repetir las palabras de otros (Robert Graves: Los mitos griegos. Madrid: Alianza Editorial,1985, t.I,p.357).Esto tiene un sentido muy profundo en La favorita del señor.

¿Es La favorita del señor una novela erótica?. No lo creemos, pese a su pasajes hondamente pasionales. Es más bien una novela de educación sexual, escrita dentro de la tradición de uno de los libros antiguos más bellos sobre el amor jamás escrito: el de Ibn Hazm(994-1063): El collar de la Paloma(Año1022, Madrid: Alianza Editorial, 1971. 338 p.), de hecho El collar de la Paloma es libro dentro del libro en el caso de La favorita del señor.

Pero como toda novela La favorita del señor es una fantasía de la imaginación, no es un tratado, ni una receta, ni un modo de proceder, es una novela fruto de la inventiva, de la invención fantaseadora, por ello en una de sus hojas leemos: “la verdad y la ficción se me confunden”(p.125).

Ana Teresa Torres nos ofrece en La favorita del señor un libro en el cual aparece una capacidad bien encaminada para reconstruir la época en que transcurre la novela: el mundo medieval hispano, la Edad Media de los Trovadores, días de la herejía Cátara. Aisa, protagonista de La favorita del señor, novela que sucede en un impreciso lugar a mediados del siglo XII de la era cristiana en la España musulmana, siente “el irrenunciable orgullo de ser islamita”(p.23), mora que dicen los españoles.

Aisa lleva la tragedia encima: fue mal recibida por haber nacido niña y entregada a un Eunuco para que la arrojara al mar. Este la salvó. Fue así como creció en un harén hasta los diez y siete años cuando Roger de Tamarit la raptó, después de haber asesinado a toda su familia. Este se la llevó a su castillo y la convirtió en su amante.

Pero antes Aisa había vivido dentro del harén, así creció en un mundo femenino, dominado por las mujeres, fue formada por mujeres con la única aspiración de llegar a ser un día “La favorita del señor”(p.7). Para ello recibe una honda instrucción sexual y erótica en la cual pasa por todos los estadios de la relación sexual, dominada por el deseo por el hombre, “cuan profundo navegaba nuestro deseo”(p.34). Así aquí hallaremos las fantasías eróticas, “que los cristianos consideran pecaminosas”(p.89), el sexo oral, el goce del miembro masculino, “lentamente fue llegando a mí su fuerte olor a animal mojado de placer”(p.31-32), todo ello en conjunción con el deseo por el hombre, por lo masculino: “la delicadeza de sus gestos…su clara y entonada voz, el fresco olor de sus vestidos y de su boca”(p.24), recuerda de su primer amante, su propio padre, ¿incesto?; “Su cuerpo fuerte y grande, sus manos callosas, sus rasgos toscos y su penetrante olor eran para mí una nueva experiencia”(p.24) recuerda de Roger.

Por estas razones, por su formación, por su afinamiento, logra la unión amorosa plena: “Su cuerpo, su olor, su sabor se confundían con el mío…me parecía él ser yo misma”(p.32). Por ello vive plenamente el erotismo, la “borrachera sin vino”(p.73), en el cual todos los sentidos están presentes: la voz, el tacto, el olor. Y se pasa por todas las estaciones de la sexualidad entre hombre y mujer. Y también por las que son personales, íntimas como la masturbación. Dentro de Aisa la penetración, el voyerismo, el masoquismo, el sadismo, el onanismo(coitus interruptus) o el menage a trois significan hondas vivencias de la piel y del espíritu.

De allí que para ella el amor se despierta sólo cuando nadie piensa que ello puede suceder, “el amor no es por voluntad. El amor se impone sobre nosotros…la causa del amor es la voluntad de amar”(p.64). Por ello puede decirle a quien ame estas palabras que leemos en una cita intertextual, subrayada, “No quiero de ti otra cosa que el amor, fuera de él no te pido nada”(p.67): el deseo verdadero de la mujer, de la mujer de hoy, autosuficiente en casi todo, incluso para embarazarse sin la participación del hombre: sólo necesita al hombre para que la ame y amarlo ella. Así la consigna para la mujer es lograr la libertad plena, su goce constante, cosa que con muchas dificultades, quizá logra Aisa, “comprendí que amar es empezar a sufrir”(p.72), hay en él un “gozo sufriente”(p.72).

Y para llegar a ello su educación la ha puesto frente al placer, a la formación sexual de mujer a mujer(p.35) lo cual las hermana, les enseña “el secreto del cuerpo”(p.36), “Lo primero que debes saber si quieres aprender el arte del amor, es no temer tu propio deseo. Si te avergüenzas de él, no podrás ejercerlo”(p.36), “fui revelándole los caminos de su cuerpo que ella misma desconocía”(p.37), por ello en la ficción se distingue entre amar y enseñar a amar(p.67), “enseñarle un mejor ritmo para el placer”(p.68).

Así Aisa se transforma en educadora de las mujeres en lo sexual: tal Helena, la esposa de Roger; en iniciadora sexual de un adolescente; en vivir el amor elegido por ella misma: Tadeo y mas tarde Bertrand.

Y ello, el amor, las vivencias de la sexualidad, que son una forma de conocimiento, la llevan a la búsqueda de si misma: lo que en provenzal podría ser “la alegría, el gozo, el feliz hallazgo de uno mismo, la vida dedicada a la vida”(p.61).

Y por fin a la búsqueda de la libertad, dejar de ser eco de otro, del hombre, ser ella misma.

Pieza del Feminismo
Este libro también puede ser considerado como una pieza del feminismo contemporáneo, volumen que obligará a muchas mujeres a hacer de él una lectura peculiar, mirándose desde las palabras de Ana Teresa Torres en el espejo de sí mismas. Este obra pertenece por su génesis a las denominados hoy “historias de mujeres” las cuales aparecen en la literatura, en el ensayo o en el cine(tal la película Con sólo mirarte(2005) de Rodrigo García). Obras para mujeres que no siempre escriben ellas. A veces también los hombres se aventuran a comprender estos senderos. Son los “hombres sensibles” que pidió nacer Anais Nin(1903-1977), los hombres afectivos que dice Shere Hite.

Libros Eróticos
Creemos que no debemos cerrar esta reseña deLa favorita del señor sin añadir algunas observaciones sobre el desarrollo de la literatura erótica en la narrativa venezolana. Lo que exponemos es solamente un esquema para el estudio del tema en nuestras letras, se trata de un asunto que ha sido poco atendido por nuestra crítica.

En literatura escrita por venezolanos sobre los placeres del cuerpo, sobre la sexualidad y sus senderos, no debemos olvidar nunca que se inicia en las páginas de su Diario(1771-1792) fue don Francisco de Miranda(1750-1816) en el siglo XVIII, que llegó a consignar en su relato personal incluso las veces que alcanzada el orgasmo. Su Diario constituye el primer registro de la sexualidad hecha por un venezolano. No hay que olvidar que el fue el hijo de un siglo de grandes libertades, que fue contemporáneo de Giacomo Casanova(1725-1798) y del marqués de Sade(1740-1814).

Aunque la novela y el cuento venezolano siempre han estado llenas de sexo, así lo reconoció Juan Liscano(1915-2001) al hacerse esta pregunta: “¿Por qué una literatura como la venezolana, tan cargada de sexualidad no ha desarrollado de manera amplia, deliberada, indagadora, una producción erótica?”(Panorama de la literatura venezolana actual. Caracas: Publicaciones Españolas, 1973,p.163), en verdad escritos exploradores de la sexualidad tardaron mucho en aparecer en nuestras letras, aun hoy siguen siendo escasos. Eso sucedió el año 1946 cuando aparecieron los primeros textos, uno escrito por una mujer y otro por un hombre. Ella fue Lourdes Morales(1910-1989), la fundadora de este modo con la escritura con sus cuentos de Delta en la soledad(Caracas: Ediciones del Grupo Orión,1946. 105 p.). El otro fue Andrés Mariño Palacio(1927-1965) con el volumen de narraciones cortas El límite del hastío(Caracas: Librería Venezuela, 1946. 60 p.) en donde brilla especialmente el relato “El camarada del atardecer”.

El autor de nuestra primera novela erótica fue Laureano Vallenilla Planchart(1912-1973) conFuerzas vivas.(Madrid: Vaher,1963. 282 p.) por los perfiles de su apasionado personaje femenino; Rubén Monasterios(1938) con Tócamelo en registro de laud(Caracas: spi,1972. 36 p.). Le siguió un poco más tarde Irma Acosta(194?-1985) primero con ¿Qué carajo hago yo aquí?.(Prólogo: Jesús Sanoja Hernández. Caracas: Tipografía El Sobre,1974. 138 p.) y más tarde en Mientras hago el amor(Caracas: spi,1977.97 p.), ambas obras de acabada literatura erótica; Denzil Romero(1938-1999) con La esposa del doctor Thorne(Barcelona: Tusquets,1988. 212 p.), nuestra mayor novela erótica. En el caso de Romero los asuntos del placer íntimo fueron muy suyos, siempre los tocó en su escribir, tal los espléndidos relatos “Un atraco singular” o “Llegar a Marigot” de El invencionero(Caracas: Monte Ávila Editores, 1982. 127 p.). También hay que registrar la nouvelle Horno sapiens.(Caracas: Alfadil, 1990. 83 p.) de Maurice Lambert, un seudónimo de un escritor que quiso ser fiel a una de las tradiciones de la literatura erótica: no revelar el nombre, aunque el magnífico señor de Sade si firmó las suyas, la más significativa, para nuestro gusto, esLa filosofía en el tocador(1795), en donde además de ser una novela sádica están expresadas todas sus ideas como un hombre de la Ilustración, como lo que se llamó entonces un filósofo. No se debe olvidar al hablar de Sade lo que nos enseñó Severo Sarduy(1937-1993) en Escrito sobre un cuerpo(Buenos Aires: Sudamericana,1969,p.11 nota 4): el sadismo de Sade más que real fue textual, escrito, como también lo reveló la extraordinaria película Letras prohibidas(2000) de Philip Kaufman, con Geofrey Rush y Kate Winslet, en la que vemos al el divino Marqués, siempre anotando, una tras otra, sus invenciones eróticas. No hay olvidar que además del ensayo del cubano Sarduy tenemos en la literatura latinoamericana todo un libro del maestro mexicano Octavio Paz(1914-1998): Un mas allá erótico: Sade(Bogotá: TM Editores, 1994.84 p.). Creemos que ante Sade siempre será verdad: “Lo leí con asombro y horror, con curiosidad y disgusto, con admiración y reconocimiento” (p.5) como apunta Paz.

Después vino Dina Piera Di Donato(1957) con los asuntos lésbicos de su Noche con nieve y amantes.(Caracas: Fundarte, 1991.71 p.), los cuales ella sin embargo considera, así nos lo dijo, como historias de mujeres; más tarde Ana Teresa Torres con La favorita del señor.(Caracas: Editorial Blanca Pantin/La Nave Va,2001. 190 p.), libro que nos ha dado pie a estas consideraciones. La favorita del señor toma su impulso, ya lo hemos indicado, de uno de los libros más bellos que se han escrito sobre el sentimiento amoroso creemos que en todos los tiempos: El collar de la Palomade Ibn Hazm de Córdova, un volumen de allá por el año mil diez en la España musulmana. Desde El collar de la Paloma pasaron ocho siglos, ochocientos años, hasta que el gran Stendhal(1783-1842) publicó su bello tratado Del amor(1822). Le siguió hace poco Octavio Paz con La llama doble(Bogotá: Seix Barral, 1993. 223 p.), seguramente lo más denso sobre tan esencial hecho humano publicado después de El amor y occidente(1939,Barcelona: Kairós,1981.438 p.) del humanista suizo Denis Rougemont(1906-1985).

Tras La favorita del señor apareció Valentina Saa Carbonell(1959) con Mi mano fue su intimidad(Caracas: Alfadil, 2003.106 p.). A estos nombres de escritoras eróticas quienes se expresaron a través del cuento(Lourdes Morales), las nouvelles(Irma Acosta) o ya la novela(Ana Teresa Torres y Valentina Saa Carbonell) hay que añadir los cuentos de este género que han concebido otras escritoras nuestras que tampoco son muchas. A los nombres citados hay que agregar ahora, y con todo derecho, a María Ángeles Octavio(1964) con su Exceso de equipaje(Caracas: Monte Ávila Editores, 2004. 130 p.), allí está el certero “A juzgar por su condición”. Sus narraciones cortas, en la que exhibe un diestro manejo del cuento, son las propias de la época en que el sexo ya no se mira con trabas, como algo pecaminoso, sino que se observa y se práctica con libertad sentida, plenamente. Ya la época de la sexualidad con culpa pasó, quizá se canceló, en la literatura, desde la páginas de El cuarteto de Alejandría(1957-1960) de Lawrence Durrell(1912-1990). El sexo sin culpa se comenzó a vivir plenamente entre nosotros en los años setenta que fueron para los venezolanos nuestros “sesenta”, tiempo también del feminismo, tiempo de la pastilla anti conceptiva, de la minifalda(de los cincuenta es el bikini) y de la libertad para escoger ellas el compañero sexual. Las mujeres de los ochenta fueron más liberadas y algunas vieron al placer y ejercicio sexual como una vía de conocimiento, como una epifanía, como una ceremonia, que es una de las instancias a las cuales nos lleva la sexualidad. Las muchachitas de los noventa, nuestras hijas, son libérrimas, sin culpa pero con las presiones que a ellas le han impuesto las enfermedades de transmisión sexual. Pero ellas quieren gozar eróticamente y no renunciar al sexo oral, siempre tan estimulante y gratificante. Y mucho menos extrañarse de la liberadora masturbación.

Este recuento lo podemos cerrar ahora citando la novela de Héctor Torres(1968) La huella del bisonte(Caracas: Norma, 2008.247 p.), fina y delicadamente erótica en su revelación de los amores de un padre cuarentón con una adolescente amiga de su hija, muchacha de quince años. Vemos así que La huella del bisonte es una recreación entre nosotros de la deslumbranteLolita(1955) del ruso-norteamericano Vladimir Nabokov(1899-1977).

Creemos que lo más acabado de nuestras letras eróticas lo encontramos hoy en Rubén Monasterios, en Denzil Romero, en Ana Teresa Torres y en María Ángeles Octavio. En el caso de Monasterios hay que anotar también su delicioso tratado, en el sentido académico del término, sobre El beso.(Caracas: Producciones Lithya Merlano, 1993. 253 p.) el cual se inicia con su espléndido elogio de la boca. Igual atención deberá prestárseles a sus trabajos teóricos sobre estos temas reunidos en el vasto volumen: Lo erótico/Lo pornográfico(Caracas: Fundación para la Cultura Urbana, 2010. IX, 353 p.).

Un Hecho
Hay que anotar ahora, a la luz de nuestra narrativa actual, que la presencia de la sexualidad en nuestras letras se ha hecho tan presente en nuestras escrituras que lo pasional, todo lo sexual y las cumbres del erotismo aparecen vaciadas ahora dentro de nuestras obras de diverso suceder y registro. La expresión del erotismo surge así a flor de piel en el narrar de nuestros creadores, tanto en la novela como en el cuento. Ello incluso si sus autores se proponen textos particularmente eróticos: al nombrar la vida no pueden dejar de entrar en lo los predios de la intimidad de sus criaturas. Tal podría ser el caso, por ejemplo, de pasajes de los cuentos “Verdades, mentiras y silencios” o “Del corazón todavía” de Silda Cordoliani(de En el lugar del corazón. Caracas: Bid & Co.,2008.153 p.) o el fragmento de la novela de Boris Izaguirre: 1965(Madrid: Espasa Calpe, 2002.225 p.) que hemos bautizado “La loche de Noam”. En todo esto parece cumplirse una línea de Federico Vegas en la que se lee: “Y lo erótico se basta y se desborda a sí mismo”(La ciudad y el deseo. Caracas: Fundación Bigott,2007,p.27).

Para Cerrar
No podemos cerrar este recuento sin registrar las dos antologías que dentro de este género se han publicado. Nos referimos a Eróticos, erotómanos y otras especies(Caracas: Alfadil, 1983. 202 p.), la primera muestra del género compilada entre nosotros, reunida por el autor de estas líneas con textos de escritores venezolanos del siglo XX. La palabra erotómano del título se usa allí no en el sentido del diccionario académico sino como la popularizó el “destape” español de fines de los años setenta. La segunda de estas muestras, formada por composiciones especialmente escritas para ella, es En los brazos de eros(Prólogo: Alexis Márquez Rodríguez. Caracas: Grijalbo, 1992. 169 p.)

Publicado en Arte en la red